lunes, 11 de febrero de 2013

¿­­Amor romántico VS romance o VS Amor?



-Han sido días muy pesados en el trabajo, dame chance de no vernos esta semana, ¿te parece?
-...pues no, no me parece porque es la semana de San Valentín...(corrijo) no es que a mí me interesen estas cosas, pero...pues en este caso sí...(recapacito) pero está bien, no te preocupes, me aguanto.
Diálogo sostenido entre mi pareja y yo el día de ayer. 


Qué difícil es no caer en las garras del amor romántico y de toda la parafernalia que rodea al Día del Amor y la Amistad. Él y yo somos una pareja de adultos, profesionales, en muchas cosas estamos más allá del bien y del mal... pero estamos empezando una nueva etapa de nuestra relación en la que debemos afianzar muchas cosas. ¿Qué importancia tienen estos días para saber si funcionaremos o no? ¿Será un periodo de prueba como el que tuvimos la pasada Navidad?

Todas las parejas pasan por momentos difíciles. Somos seres humanos, imperfectos. No todo son besos y arrumacos. Existe la resistencia en muchos casos a amar y dejarse amar, en otros casos la aprehensión de querer estar cerca del otro/a, la necesidad de tener certezas en la vida, y la negociación de por medio que es más saludable y garantiza la calidad de la relación, pero que es menos agradable que hacer el amor y regalar peluches.

¿Por qué fuimos enseñados a andar de par en par? 

Bueno, según el psicoanálisis el verdadero meollo del asunto radica en nuestra necesidad muy humana de reconocimiento, algo de lo que no debemos sentir vergüenza puesto que no hay un solo ser humano que no lo necesite. Y esta necesidad, invariablemente surge de la combinación de dos grandes deseos imposibles de satisfacer al cien por ciento: el deseo de dominar sobre alguien, y el deseo de sentirse amado por alguien. El equilibrio entre ambos deseos, presentes en ambos miembros de la pareja, es lo que posibilita finalmente una relación amorosa.

De este modo, se explica por qué una persona puede sentirse incompleta si no tiene el reconocimiento del otro/a, por qué siempre andamos queriendo asentar nuestra valía en las cosas más inmediatas y que engañan de forma eficaz al ojo ajeno, como la apariencia física, los bienes materiales o el éxito profesional, lo cual no es suficiente la mayoría de las veces para obtener ese reconocimiento genuino que encierre la satisfacción de dominio y de amor al mismo tiempo. Es por eso que siempre que no hay claridad en uno/a mismo/a, quedan las preguntas muy válidas pero muy mal entendidas como ¿Qué sientes por mí? ¿Qué somos? ¿Me quieres como yo a ti?


El problema no son las preguntas, el problema está en la muy chata definición de amor que tenemos hoy por hoy los seres humanos. José Mariano Leyva en su libro "El Complejo Fitzerald" (Tierra Adentro, México, 2008) hace un estudio comparativo sobre los temas que han sido el motor de la literatura juvenil a lo largo de la historia, entre ellos uno de los más importantes, claro está, es el amor. En algún momento el autor cita a Fréderic Beigbeder, (El amor dura tres años, Anagrama, Barcelona, 1999) quien se postula al respecto de la siguiente manera:


"Nuestra generación tiene una pésima educación en el terreno sexual. Creemos saberlo todo, porque vivimos bombardeados de pelis porno y porque nuestros padres han hecho su revolución sexual. Pero todo el mundo sabe que la revolución sexual nunca tuvo lugar. En el sexo, al igual que en el matrimonio, nada se ha movido ni un milímetro desde hace un sigo. Nos acercamos al año 2000 y las costumbres son las mismas que en el XIX, y algo menos modernas que en el XVIII. Los hombres son machistas, torpes, tímidos,y las chicas son púdicas, reacias, acomplejadas por la idea de que las tomen por unas ninfómanas. La prueba de que nuestra generación es sexualmente nula es el éxito de los programas que hablan de sexo en la radio y la televisión, el ínfimo porcentaje de jóvenes que se ponen preservativo para hacer el amor"

Me parece adecuado traerlo a cuento por la contundencia y la claridad de su opinión, y por lo realmente cercana que se siente en pleno siglo XXI.

Leyva explica el modo en que, desde siglos atrás, la gente sigue creyendo en el amor como la única tabla de salvación, y cómo a pesar de la lenta evolución de las relaciones interpersonales, la llegada de las nuevas tecnologías y el cambio paulatino del mundo tendente al individualismo, secretamente sigue creyéndose en el amor -sobre todo el amor de pareja- como un oasis donde confluyen las compensaciones por ir en contra de la naturaleza humana, misma que NO es verdad que tienda a la soledad: es bien sabido que el ser humano es un animal social. Amar a alguien es pues, el pretexto idóneo para seguir los impulsos más naturales de búsqueda de compañía.


Sin embargo el oasis del amor es más bien un espejismo, un holograma fabricado por la comercialización del afecto que ha tomado al amor romántico como el único modelo a seguir desde el imaginario colectivo: hay que dedicar canciones, mandar mensajes, dar regalos y hacer de cierta fecha "una ocasión especial para amar".


Lo mismo sucede en la Navidad y la víspera, que son fechas donde uno necesariamente tiene que sentirse más cercano a la gente, más "buena persona". Y así como la caridad se confunde con el amor en temporadas navideñas, también el romanticismo se confunde con el amor durante el mes de febrero.

¿Qué implica el amor romántico?

Puede usted ir a la Wikipedia y averiguar en unas cuantas líneas qué es lo que engloba. Desde el punto de vista psicológico, el romanticismo es una etapa por la que pasamos la mayoría de las parejas, equivalente a la etapa del cortejo, mejor conocida como enamoramiento: atracción física, empatía psicoemocional, sensación de bienestar al lado de la persona, impulso de compenetrarse en todos los sentidos, es decir, deseo de fusión sexual y al mismo tiempo de compartir todos los demás aspectos de la vida a fondo. De ahí las frases "Eres el amor de mi vida", "Quiero pasar todo el tiempo a tu lado", "Contigo me siento en las nubes", "Nunca voy a encontrar a nadie como tú" (o el más perverso "Nunca vas a encontrar a nadie que te quiera como yo"), "Juntos hasta que la muerte nos separe" etcétera, etcétera, etcétera.

Al contrario de las primeras preguntas citadas, que tienen que ver más con una búsqueda de identidad personal en relación con el otro/a, que implican una búsqueda de comunicación e interés por la opinión y los sentimientos del otro/a, que no parten necesariamente de un sentido de exclusividad y egoísmo sino de preocupación por la posición de la otra persona respecto a la relación; estas últimas frases mencionadas aluden a comportamientos adquiridos a través de la historia y de una concepción aprendida del amor de pareja: indican un profundo egoísmo, el sobreponer las propias sensaciones y acaso sentimientos personales, a los intereses y opinión del otro/a.

Es verdad que durante el enamoramiento las sustancias químicas del cerebro que ayudan al discernimiento y la solución de conflictos se producen en menor cantidad, sobre todo si se trata de pensar en "esa persona". Las sustancias químicas como la dopamina y las endorfinas invaden todos los impulsos nerviosos generando una sensación completa de bienestar imposibilitando la necesidad de racionalizar sobre ello. 

Por supuesto que con voluntad y conciencia todo se logra, pero por ello es necesario debatir más sobre el tema sin creer ciegamente en "el amor para toda la vida". Durante nuestra permanencia en la tierra conocemos infinidad de personas a quienes somos capaces de amar, y muchas personas son capaces potencialmente de amarle a uno, sin embargo, al seguir poniendo nuestro valor en otras cosas que nos distraen de los valores éticos, nuestra capacidad de amar y por ende, de ser amados, va disminuyendo de modo tal que nos vamos arriesgando menos, que nos vamos situando en zonas de confort, sostenidos por el sentido común y respaldándonos en las ideas limitadas, pero socialmente aceptadas del amor romántico.

Estar casado o casada te da más estatus social que ser soltero o soltera. La necesidad humana de emparejarse privilegia un estado civil en donde supuestamente la persona encontró alguien que decidiera permanecer a su lado el resto de su vida –lo cual le sitúa por encima de la gente que no ha encontrado lo mismo-, y condena el divorcio como un supuesto fracaso de vida –baja de estatus por no haber sido capaz de conservar ese privilegio. 

Por eso es que es tan fácil caer en las garras del bombardeo romántico presente en estas fechas, pero también durante el resto del año:
  1. Por un lado está la necesidad personal y natural de interacción o con los otros, lo que se hace difícil en sociedades cada vez más renuentes al compromiso a nivel meramente humano. De ahí que cuando encontramos UNA persona dispuesta a sostener cualquier tipo de relación interpersonal con uno, pero además cumple con los requisitos para que se dé un enamoramiento, la idea del amor -en este caso, de pareja- como una tabla de salvación, se fortalece.
  2. Por otro lado está la presión social que siempre insiste sobre solteros y solteras que "ya te quedaste a vestir santos", "vamos a ver si sales en rifa", "te presento un amigo o amiga", "¿tú tan guapo/guapa y no tienes a nadie?", "soltero maduro, puto seguro" (incluyendo además dentro del único amor válido, el heterosexual), "¿cuándo vas a presentarnos un novio/novia?",
  3. Y por otro lado las manifestaciones válidas de amor que incluyen dar regalos y celar, demandar exclusividad. Se han olvidado de todas las demás manifestaciones de amor que no excluyen al amor de pareja, sino que son válidas para todo tipo de relación interpersonal, y que van desde el contacto físico (un beso, un abrazo, un apretón de manos, el acto sexual) hasta una discusión con fines de negociación, respetuosa, equitativa; pasando por la convivencia, el juego, la diversión, la compañía en momentos difíciles, el apoyo emocional, la comprensión, evitar juicios y prejuicios, críticas destructivas, faltas de respeto, violencia. Los regalos y los celos no son más que instrumentos condicionantes de la conducta: estímulo-respuesta. Se compra el cariño o se obtiene por medio de la intimidación.
Los regalos, como me decía una amiga muy sabia "sólo se dan como reconocimiento, cuando esa persona ya se lo ha ganado de una u otra forma, no para esperar que se comporte en consecuencia". 

Hacer el amor es muy delicado. No se limita a la forma de actuar en la cama. Hacerle el amor al otro/a es comprenderle, querer ayudar y procurar la comprensión y la ayuda voluntaria de parte del otro/a. Ese es amor en el más estricto sentido de la palabra. Equilibrar el egoísmo y la generosidad como escribiría Erich Fromm (El arte de amar). Amor que aplica no sólo a parejas sino a amigos, hijos, padres...


Quien escribe es una mujer enamorada, de ahí el posible 'sesgo romántico' que pueda tener el artículo presente. Una mujer que no va a festejar el 14 de febrero con su amado, pero que está contenta porque su amor va más allá de las convenciones sociales, y sabe que si hay una llamada o mensaje de pretexto para no obviar San Valentín, será sólo porque la etapa en la que estamos amerita valernos de estos momentos para brindarnos seguridad mutua, confianza y certeza en que todo estará bien a pesar de nuestros tiempos. A fin de cuentas vivimos en esta sociedad y no podemos escapar fácilmente de la sobre estimulación comercial que nos rodea, lo cual puede conflictuarnos como nos sucedió en diciembre pasado y por lo cual decidimos darnos un tiempo.


Hoy espero que eso no se repita. Conciencia y voluntad ayudan a pensar profundamente a pesar del enamoramiento. Hoy espero que el amor suceda.

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